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- Puebla, Pue. México.

04unam01Octavio Rivero Serrano fue un universitario cabal, comprometido con la verdad, con la Universidad Nacional y con México, afirmó el rector Enrique Graue Wiechers al presidir el homenaje póstumo que esta casa de estudios rindió a su exrector.

“Se nos fue un gran ser humano, un ilustre médico, un mexicano honesto y honorable; un espléndido universitario y un magnífico rector, siempre preocupado por la educación, la salud y el bienestar de todas y todos los mexicanos. La Universidad lamenta su partida. Yo siempre lo extrañaré; pero se queda con nosotros su legado y su amor por la Universidad”, expresó Graue Wiechers.

Ante los hijos de Rivero Serrano -Paulina, Lilia, Marcela, Enrique, Octavio y Gustavo-, el rector recordó a quien entregó más de seis décadas de su vida a la docencia y al servicio de la Universidad; y destacó sus facetas como médico y neumólogo.

“Abrevó de una escuela y creó una nueva visión de la neumología y de la cirugía de tórax; consolidó la neumología mexicana desde el Hospital General de México, del cual llegó a ser subdirector; fue presidente de la Academia Nacional de Medicina, secretario del Consejo de Salubridad y director de la Facultad de Medicina de la UNAM, de 1977 a 1980”, dijo.

Como rector, añadió, fue un sólido baluarte de la educación superior. Amplió y fortaleció las actividades de extensión universitaria y, con una visión de futuro hacia la interdisciplinariedad, creó los primeros programas universitarios.

Además, instauró el Programa de Superación del Personal Académico; creó el campus Morelos de la Universidad con la instalación del Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno, —hoy Centro de Ciencias Genómicas— y estableció la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, en los terrenos de Ciudad Universitaria.

“Para mí, fue siempre un consejero cercano y generoso. Su buen juicio y amplia experiencia las compartía desinteresadamente y abordaba sus razonamientos sin circunloquios, y en forma clara, puntual y precisa. De ese frecuente contacto se fue tejiendo una gradual y sincera amistad”, puntualizó Graue.

Asimismo, gustaba de los deportes, en especial del fútbol soccer. “Hasta inicios de la pandemia, era el primero en llegar al asiento y espacio que le reservábamos en el palco del Estadio Olímpico Universitario, en donde sufría y gozaba con las actuaciones del club Pumas de la Universidad”, rememoró en la ceremonia efectuada en el Auditorio de la Planta Baja de la Torre de Rectoría.

Vía remota, el exrector de la UNAM y Representante Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente Ramírez, comentó que tuvo una amistad de más de 40 años con Rivero Serrano, a quien definió como un buen médico y profesor universitario; un hombre de instituciones, culto, con talento artístico y sensible. “Se contaba con él como médico, universitario y amigo”.

Recordó que, al dirigir el Programa Universitario de Medio Ambiente, el también profesor emérito de la Facultad de Medicina ayudó a consolidar los estudios ambientales en el país, impulsó investigaciones sobre la salud relacionada con temas respiratorios y trabajó -en coordinación con autoridades de la Ciudad de México- para establecer los criterios mediante los cuales se decretaran las contingencias ambientales.

Asimismo, coadyuvó a que en el país se utilizaran los medicamentos genéricos. Fue también un aficionado al fútbol y se preocupó porque los jugadores de La Cantera tuvieran acceso a la educación, por lo que les impartió clases a distancia de nivel bachillerato.

“Al doctor Rivero los jóvenes lo escuchaban con atención y con admiración. Sus amigos le guardamos un enorme afecto por lo que hizo y nos dejó. Adiós Octavio, fuiste un gran compañero de viaje. Siempre prudente, respetuoso, muy institucional. Nos quedamos con tu legado académico, con el gran recuerdo de tu amistad y con un vínculo estrecho que mantenemos con tu familia”, apuntó De la Fuente Ramírez.

En su oportunidad, el exrector de la UNAM, José Narro Robles, afirmó que estuvo muy ligado a Rivero Serrano, a quien conoció hace más de 45 años en la Facultad de Medicina, y de quien fue colaborador cercano, amigo personal y discípulo convencido de su valía, integridad, don de gente, capacidad de convocatoria e inteligencia.

“Fue un médico extraordinario, maestro distinguido, un funcionario sobresaliente, hombre culto, preparado y sensible; un buen padre, un gran amigo y un servidor que siempre entregó buenos resultados. Pero sobre todo fue un universitario completo y comprometido”, aseveró.

Añadió que fue un amante de la Universidad Nacional y transmitía el amor y compromiso que tenía con esta casa de estudios a la que permanentemente defendió, además de siempre apoyar al rector en turno. “Me consta numerosos pasajes, incluso personales, y no tengo duda que en estos tiempos complejos seguiría en esta determinación”.

Narro agregó que Rivero Serrano fue uno de los grandes médicos del siglo XX y principios del XXI; un mexicano prototipo de su época y para él fue uno de sus personajes inolvidables, de sus maestros más queridos. “Un amigo en toda la extensión de la palabra, que siempre nos hará falta y a quien siempre echaremos de menos”.

A nombre de la familia del exrector, Enrique Rivero Weber, agradeció la ceremonia en memoria de su padre que, expuso, fue un luchador, un guerrero, un hijo sumamente cuidadoso de sus padres, además de haberle inculcado a él y a sus hermanos, el amor por el estudio, especialmente de la música.

“A lo largo de su vida nos dio ejemplo de éxito con honradez, incorruptibilidad, inteligencia, aunado a su gran bonhomía y humanismo”, refirió.

Abundó que fue un orgullo y privilegio haber sido hijo del exrector, y él y sus hermanos agradecen a la vida haberlo visto triunfar en todo lo que emprendió.

Al hacer uso de la palabra, el director de la Facultad de Medicina, Germán Fajardo Dolci, señaló que Rivero Serrano, quien coordinaba el Seminario de Medicina y Salud, dejó lista la programación de actividades de este para 2023, la cual será respetada.

En la ceremonia, la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, dirigida por Gustavo Rivero Weber, interpretó las piezas “Un viejo amor” y “Non ti scordar di me”; también se brindó un minuto de aplausos en memoria del exrector de la UNAM.