Este 1º de septiembre se cumplen 2 años de la gestión presidencial de Enrique Peña Nieto, tiempo en el que su administración ha sentado las bases para crear una nueva visión nacional, a partir de una serie de reformas que pretenden apuntalar el desarrollo social y económico para los siguientes años.
Luego de dos sexenios de ausencia, el Partido Revolucionario Institucional recuperó su jerarquía política al llevar a uno de sus militantes a la Presidencia de México. A partir de su arribo a la silla presidencial, Enrique Peña Nieto propuso emprender una serie de acciones para transformar al país, a través de un Plan de Desarrollo Nacional 2012-2018, que partía de una base sólida.
Con las reformas estructurales, el gobierno se convierte en el primero de la historia nacional, en lograr que las diferentes fuerzas políticas coincidieran y acordarán aprobar, desde el Congreso de la Unión, cada una de las iniciativas planteadas por el Ejecutivo Federal.
El número de reformas avaladas en estos 2 años suman 11, y son: la Laboral, la Político-electoral, la de Transparencia, la Educativa, la de Código Nacional de Procedimientos Penales, la Hacendaria, la de Ley de Amparo, la Financiera, la de Competencias Económicas, la de Telecomunicaciones y, por último, la Energética.
De cada una de éstas, la que a mi parecer puede ser la más importante, por su esencia y su misión, al ser concebida como la bases del desarrollo social, es la Reforma Educativa, que de acuerdo a su objetivo busca acabar con un rezago histórico que como país nos ha llevado a ocupar los últimos lugares del ámbito académico, científico y cultural, de acuerdo a los indicadores planteados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La Reforma Educativa, antes de su aprobación experimentó una resistencia de grupos políticos que se oponían a un cambio generacional y conceptual, es decir, los cacicazgos encumbrados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, estaban cegados y convencidos de que la enseñanza debía seguir con los mismos vicios y rezagos.
Sin embargo, la caída y encarcelamiento de la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, abrió las puertas para el diálogo en cada uno de los sectores educativos; y aunque aún hay algunos grupos minoritarios, como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que se resiste a este proceso de transformación, al final la Reforma Educativa lleva sus tiempos para alcanzar las metas de asegurar una educación obligatoria de calidad, al alcance de todos los niños y jóvenes del país.
La reforma constitucional planteó desde el inicio la profesionalización de los docentes, con el fin de adaptarlos a las nuevas exigencias que establece el proceso de enseñanza-aprendizaje, que de acuerdo al mundo global, las tecnologías de la información y la comunicación son la base para la formación de las nuevas generaciones de estudiantes, desde el nivel básico hasta el grado de licenciatura y posgrado.
Para ello la reforma propone una evaluación constante de los docentes, mecanismo que ha provocado resistencia al cambio, sin embargo, debe darse una nueva relación entre autoridades, maestros, alumnos y sociedad, con el fin de lograr que los resultados garanticen no sólo mejorar los indicadores de calidad en la enseñanza de las matemáticas o compresión de lectura, de acuerdo a las mediciones internacionales de PISA, sino lograr un liderazgo como país en cada una de las disciplinas que nos lleven a competir con naciones que encabezan los primeros sitios mundiales.
La Reforma Educativa se centra en mejorar los índices en los niveles básico y media superior, y la base de este proceso está dirigido al mejoramiento del magisterio, quienes al final es el engranaje para el funcionamiento de una maquinaria que debe adaptarse a tiempos modernos. Es decir, su función es prepararse para enseñar con calidad a los estudiantes que en un futuro serán integrantes de las universidades públicas y privadas del país.
Lo cierto es que a dos años de la administración del Presidente de México, Enrique Peña Nieto, la Educativa y las demás reformas constitucionales deben generar los mecanismos idóneos que permitan en el mediano y largo plazo resolver los problemas sociales que en estas cinco décadas han derivado en pobreza y desigualdad en gran parte de los mexicanos y lograr una equidad social que permita al país caminar en una misma dirección.
Esto implica que las reformas, empezando por la Educativa, siguiendo por la Laboral, la Económicas, la Hacendaria y la Energética, sean motores que revolucionen al país con un cambio real que beneficie a los mexicanos, principalmente a los grupos marginados que menos oportunidades de desarrollo tienen.
Qué esta nueva administración permita elevar los presupuestos a los distintos niveles de enseñanza, con el fin de que los niños, adolescentes y jóvenes puedan cumplir al pie de la letra con su vida académica, desde que ingresan a la primera hasta acabar con una licenciatura que sería un triunfo.
Hoy, los actores que representan los 3 niveles de gobierno deben entender que invertir en educación es única y verdadera base del desarrollo social y económico de un país, hay que ver los ejemplos de otras naciones, que le apuestan a la enseñanza como la herramienta esencial de crecimiento, y en esa concepción hay que MOVER MÉXICO.
“El principio del gobierno
democrático es la virtud…”
Montesquieu
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